domingo, 7 de junio de 2015

Valdáliga

El municipio de Valdáliga está situado en la zona occidental de la CA de Cantabria. Su superficie es de 97,76 km2 y, en 2013, albergaba una población de 2313 habitantes.

El nombre del municipio proviene del de la comarca conocida como “Ápleca” o “Áfleca”, que abarcaba posiblemente un territorio más amplio.  Ya en un documento  datado en el año 1068, el rey Sancho II otorga ciertos privilegios al obispado de Oca, y se cita a este territorio entre otros colindantes:  “in totos illos montes  de Asturiis et de Capeçon et de Apleca usque ad ripera de Deba”. Referencias a Ápleca y al territorio de Treceño se repiten también a principios del siglo XI.

En el siglo XIV, el valle formaba parte de las Asturias de Santillana, y en el Becerro de las Behetrías ya se reconocen nombres como  Lavarses, La Madrid, Roys o Trezenno. Posteriormente, en la lista de localidades del valle que aparece en el Libro de los Millones de finales del siglo XVI figuran Treceño, Roiz, Barcez, Madriz, Tejo. Revilla y Cabiedes, todas integrando la provincia de Trasmiera. Y, a finales del siglo XVIII, como parte del partido de Laredo, el valle aparece compuesto de Cabiedes, Lobarces, La Madriz, La Revilla, Roiz, El Texo y Treceno.

El impulso cultural propio del Renacimiento tuvo en el valle una representación sobresaliente. Por un lado,  Juan de Herrera (nacido en Movellán, Roiz) es el máximo exponente de la arquitectura española del siglo XVI, y mundialmente conocido a través del Monasterio del Escorial, su obra más famosa. Por otra parte, otra figura de renombre internacional, con sus obras traducidas a varias lenguas y objeto de multitud de ediciones,  fue Fray Antonio de Guevara, natural de Treceño. 

Precisamente los Guevara constituyeron un  linaje muy influyente que, mediante matrimonio con la familia dominante de los Ayala y Ceballos, se hizo con la titularidad del señorío de Valdáliga. La situación de dependencia del valle del régimen señorial se mantuvo hasta el siglo XVIII. La reintegración en la Corona permitió al valle acudir a las primeras juntas de Puente San Miguel y participar en la creación de la Provincia de Cantabria. 

A mediados del siglo XIX, se contabilizaban 2190 habitantes en 430 hogares, repartidos en siete pueblos. En esa época la capitalidad recaía en la villa de Treceño.